Desde que he conocido a este popular cocinero y su programa de televisión, voy a los restaurantes con una mala leche ya prefabricada antes de entrar en el local. Me fijo en ínfimos detalles que antes pasaban totalmente desapercibidos para mí, y que ahora me provocan cierto malestar tonto que puede llegar a impedirme disfrutar del sitio, su comida, su ambiente, o incluso la compañía del momento.