A raíz del siguiente artículo publicado en el periódico El País Semanal sobre 'La envidia y el síndrome de Solomon':
https://elpais.com/elpais/2013/05/17/eps/1368793042_628150.html?id_externo_rsoc=FB_CM
se abrió un debate en mi lugar de trabajo acerca del comportamiento de los niños envidiosos y de aquellos que son envidiados. Yo lo veo todos los días en clase. La envidia es inherente a la condición humana desde que somos bebés... y nunca se deja de sentir, solo se aprende a disimularla, en el mejor de los casos.
La envidia es un sentimiento muy común entre los más pequeños e incluso entre los adultos. Sin embargo, se tiene como algo negativo, ya que normalmente suele ir vinculada a un complejo de inferioridad, inseguridad e insatisfacción con uno mismo. La sociedad nos hace verlo como algo negativo que hay que evitar, pero ¿y si en lugar de evitarlo, nos ayudaran a identificarla y a aprender de los éxitos de los demás en vez de sentir esa envidia por lo que han logrado, tienen o son? ¿Veríamos ese sentimiento como algo tan negativo o como una oportunidad para aprender?
Considero que tanto los papás como los maestros tenemos un papel fundamental con nuestros niños, y es ahí donde deberíamos entrar en acción, haciéndoles conscientes de la diferencia entre “admiración” y “envidia”, y enseñándoles a canalizar esa ansiedad o inseguridad derivada de ciertas situaciones en las que sientan esa envidia.
Decía El Chavo del Ocho que 'la envidia nunca es buena, mata el alma y la envenena'. :-D